El medio ambiente no sufre ni disfruta



El medio ambiente no sufre ni disfruta, así que el impacto que podamos provocarle no debería tener ninguna relevancia en absoluto. No más que el impacto que pueda “padecer” cualquier otro planeta, como Venus, donde actualmente existe un efecto invernadero por la concentración de gases que se encuentra en su atmósfera.

 Imagen de Venus tomada por Magallanes en 1990.

Considerar que el planeta debe ser “respetado” independientemente de lo que lo habite, forma parte de ciertas creencias religiosas, en donde se le atribuye un cierto “espíritu” animado. Los griegos lo llamaron Gea y los pueblos indígenas de los Andes Centrales de América del Sur lo llamaron Pachamama.

Los que sí sufrimos y disfrutamos interactuamos con ese medio ambiente y eso incluye animales de otras especies. Si pensamos que debemos cuidarlo para evitar el padecimiento de otros humanos, no hay razón para excluir a los animales de todas las otras especies, ya que también pueden padecer.

Y si incluimos a los animales de otras especies capaces de sufrir y de disfrutar en nuestra consideración, no tiene ningún sentido preguntarse si criarlos, encerrarlos, explotarlos y finalmente matarlos es o no ecológico antes de declarar a su crianza, encierro, explotación y matanza como algo que está mal y debe ser evitado.

Si pensamos que importa el medio ambiente, independientemente de que modificándolo pueda beneficiar o perjudicar a quienes son capaces de sufrir y de disfrutar, entonces tendríamos que justificar las matanzas humanas, puesto que actualmente somos la especie de animales que más lo contaminamos.

A esa idea se le conoce con el nombre de ecocentrismo. En palabras de Jeremy Bentham:

Imagen: Damo

Si nos importa evitar el sufrimiento, por definición, debemos tener en consideración a todo ser/máquina/animal/cosa que pueda experimentarlo. A esta idea se le conoce con el nombre de sensocentrismo.

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