La evolución de la mente discontinua



E
volucionamos una mente discontinua. Vemos "cosas", que encajan en "categorías", a las que asignamos etiquetas. Es parte de nuestra programación básica, que nos induce a un tipo particular de trance al que confundimos con la realidad.

A medida que nuestro cerebro fue creciendo, estimo, las categorías se fueron ampliando y multiplicando. Solían ser pocas y básicas:

Me lo puedo comer.

Me puede comer.

Me lo puedo follar.

El camino evolutivo de la complejidad emergente (que ni de casualidad es el único, muchos seres evolucionan mayor simplicidad) nos permitió agregar más categorías:

Me puede refugiar.

Me puede servir como herramienta.

Me puede servir como arma.

Me puede adornar.

Y más:

Me puede dar prestigio.

Me puede enseñar algo.

Me puede servir de analogía.

Con un nivel de abstracción creciente.

A medida que las etiquetas clasificatorias se fueron multiplicando y ampliando (y volviendo cada vez más abstractas), algunas empezaron a pisar a otras. Así que nuestro cerebro se volvió apto para intuir teoría de conjuntos, a medida que se hacía más potente.


Pero la apreciación de conjuntos intersectantes contiene el germen de la superación de etiquetas y categorías. Nuestras facultades cognoscitivas crecieron hasta el punto en que nos volvimos capaces de intuir que nuestras etiquetas son sólo eso. Es una de las cosas que nos enseñó la cladística.

Hoy sabemos que la palabra "pez" no significa nada. Que es un conjunto tan caprichoso como "cosas que son grises". Pudimos, entonces, eliminar las etiquetas. Dejar de lado las categorías. Y ver el continuo.

Todas las categorías traen aparejadas al egoísmo. Todas son "Me". Abandonar al ego y a las categorías son el mismo acto. Estoy bastante convencido de que hay mecanismos cerebrales que evolucionaron con la función de prevenir este acto, para poder mantener el egoísmo (me convence el hecho de que con drogas o meditación estos mecanismos ceden con relativa facilidad).

Pero en nuestro pasado aquellos que superaban este mecanismo limitante (si bien muy útil al individuo), que abandonaban al ego y a las categorías, no dejaban mucha descendencia, si acaso dejaban alguna.

Somos hijos, nietos y bisnietos de personas que hicieron lo que tuvieron que hacer para dejar descendencia. Que fueron egoístas. Que cuidaron su prestigio. Que se adornaron. Que se armaron. Que fueron aptos para volverse nuestros ancestros. Y esto no es un fenómeno eminentemente cultural.

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