Dolor y Sufrimiento



El dolor propio se impone a nuestra conciencia con una evidencia abrumadora. De nada puedo estar tan seguro como de mi dolor. Se puede discutir la existencia del yo doliente (y los budistas y Hume, entre otros la han discutido), pero no la del dolor.

El dolor que yo siento (mientras lo siento) es una vivencia o experiencia subjetiva. El cariz, tono o cualidad de en experiencia puede ser distinto, según el tipo de dolor de que se trate. No es lo mismo un dolor de muelas punzante que un brumoso dolor de cabeza, no es lo mismo el repentino calambre de la descarga eléctrica que los recurrentes retortijones de la infección intestinal, ni el sordo mareo que el dolor lacerante de la herida o el picante prurito de la alergia. Lo que todos los dolores tienen en común es el ser experiencias extremadamente desagradables que reclaman la atención inmediata y prioritaria de nuestra conciencia.

"Lo que todos los dolores tienen en común es el ser experiencias extremadamente desagradables que reclaman la atención inmediata y prioritaria de nuestra conciencia."

La noción de sufrimiento es más amplia que la de dolor. El dolor es el sufrimiento más inmediatamente físico, que acompaña a la herida, la lesión o la enfermedad del organismo. Otros tipos de sufrimiento son el hambre, la sed, el frío, el miedo, la ansiedad, el estrés, la pena, la congoja, el disgusto, la soledad, el aburrimiento y la frustración. El perro herido sufre dolor, pero el perro abandonado por sus amos sufre ansiedad y congoja, el perro alejado de la hembra receptiva sufre frustración, y el perro al que se impide jugar o correr experiencia un malestar sordo y continuado. En efecto, no solo sufrimos cuando algo nos duele sino también cuando no alcanzamos lo que deseamos o cuando ocurre lo que aborrecemos. En este sentido, y como subrayaba Buda, todo deseo insatisfecho es “duhkka”, sufrimiento, frustración.

Todos los estados subjetivos desde las meras molestias hasta el dolor más atroz, son formas de sufrimiento. El dolor, cuando es muy intenso, se impone al animal y eclipsa cualquier otro sentimiento. En la película Jules et Jim (de François Truffaut) uno de los personajes regresa del frente gravemente herido y con la cabeza vendada. Cuando sus amigos se quejan de sus problemas de celos, él contesta: «Dios me libre de los dolores físicos, que de los morales ya me encargo yo». Los «dolores morales» son más bien sufrimientos que dolores en sentido estricto, pero el mensaje queda suficientemente claro.

Es posible (aunque ocioso) dudar de que otros humanos o, en general, de que otros mamíferos sientan dolor. * No podemos estar tan seguros de su dolor como del nuestro. Ya hemos dicho que de nada podemos estar tan seguros como de nuestro propio dolor. Por tanto, puedo poner en duda que los demás sientan un tipo de experiencia subjetiva desagradable similar o comparable a la experiencia que yo tengo cuando siento dolor. Los signos externos de dolor del otro podrían ser automáticos o fingidos, podrían no ir acompañados de la correspondiente sensación subjetiva. Incluso si el interesado puede hablar y nos comunica que algo le duele, podría mentirnos o podría designar con el verbo doler otro tipo de experiencia. Como decía Burrhus Skinner (1904-1990), «en lo que concierne a nuestros sentimientos, estamos encerrados dentro de nuestra propia piel». Las dudas filosóficas de este tipo no pueden ser eliminadas de un modo apodíctico e irrefutable. Sin embargo, no dejan de ser artificiosas y teatrales. En la práctica, no dudamos del dolor de los otros, excepto en situaciones excepcionales. El padre no duda del dolor de su hijo ni del de su perro, y médicos y veterinarios no dudan del dolor de sus pacientes. Todos reconocemos el dolor de los animales (humanos o no humanos) con los que tenemos trato directo y frecuente, aunque a veces podamos dudar legítimamente de lo genuino de sus presuntos síntomas, como ocurre con el comportamiento mimoso de ciertos niños y de ciertos perros. Muchas aves fingen dolor e incapacidad de volar para atraer a los predadores hacia ellas y alejarlos así de sus crías, a las que de este modo protegen.

"El dolor, cuando es muy intenso, se impone al animal y eclipsa cualquier otro sentimiento."

La ausencia de crecimiento, las heridas, las enfermedades graves, los altos niveles de adrenalina, la alta frecuencia de conductas estereotipadas, la respuesta reducida a los estímulos, el desplazamiento de acciones, el mal funcionamiento del sistema inmunitario y la auto-narcotización por endorfinas conforman un síndrome conductual indicativo de malestar y sufrimiento del animal. Los gemidos, las vocalizaciones intensas, las resistencias, los temblores, las convulsiones y otros signos externos de aflicción son señal inequívoca de dolor. Sin embargo, el dolor puede existir también sin señales externas, como es el caso del dolor de cabeza humano, del que solo tenemos noticia por la comunicación verbal del paciente. Los humanos a partir de los dos años, pueden señalar lingüísticamente su dolor, aunque rara vez son capaces de describirlo.

Los animales no humanos usan a veces señales específicas para expresar su dolor, pero la evolución solo ha favorecido tal comportamiento cuando tiene ventajas. Un chimpancé al que se le ha clavado una espina en el pie gritara lastimeramente para llamar la atención de sus compañeros, hasta que uno de ellos le preste ayuda. Sacándole la espina. En este caso la señal externa (acústica) es útil. Sin embargo, el ñu que esta siendo desgarrado por los licaones en la sabana sufre en silencio, pues sus posibles señales de aflicción no contribuirían a salvarlo, mientras que pondrían en peligro a sus compañeros de manada, por lo que no han sido seleccionadas por la evolución.

Los animales domésticos transportados en cajas o jaulas pequeñas durante largos trayectos con frecuencia padecen no solo heridas, sino un deterioro tan grande que puede conducirlos a la muerte. Probablemente un gran sufrimiento mental acompaña al viaje, aunque los animales no lo manifiesten mediante señales externas fácilmente comprensibles."


Comentarios

  1. Hola.

    Existen personas que disfrutan con el dolor, se llaman masoquistas. Por lo tanto la experiencia de dolor no implica sufrimiento, pues en pocos casos puede producir disfrute. El gráfico es erróneo.

    Lo malo en sí no es el dolor (casi siempre lo es, pero no siempre, depende de si se tiene interés en sentir dolor o no). Lo malo en sí es la frustración de intereses, pues nadie quiere que frustren los suyos. La frustración de intereses puede implicar un determinado grado de sufrimiento (dolor psicológico que agrava la frustración de intereses sufrida) o no implicar sufrimiento alguno. En el siguiente artículo hablo sobre el bien y del mal: https://www.respuestasveganas.org/2006/09/argumento-veganismo-es-puro-moralismo_756.html

    Saludos,
    David.

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    Respuestas
    1. Hola, David.

      Que esas personas, masoquistas, disfruten del momento no quiere decir que no les cause sufrimiento . Pues el dolor es un sufrimiento, por lo tanto el gráfico es correcto. Como el de los polígonos.

      https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/2/2b/PolygonsSet.svg/1024px-PolygonsSet.svg.png

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