¿Apelar al asco como estrategia? Análisis completo con vídeo.



Anteriormente había dado algunas opiniones acerca del asco como estrategia (aquí y aquí). En esta entrada, aprovechando que tengo nuevo material, trataré de dar una opinión más clara.

Primero, he encontrado un video de la serie de televisión Food Revolution (2010) de un conocido chef, Jamie Oliver, donde realiza (nuevamente) un experimento con niños con el fin de convencerlos de que el consumo de nuggets de pollo procesados ​​es malo. Él usa los componentes, las palabras y las expresiones más asquerosas para lograr su objetivo. Creo que es un experimento muy interesante, mira lo que sucede:

Él comenta que había realizado ese experimento algunas veces y al parecer había tenido resultados iguales (por su comentario al principio), y en otras ocasiones había tenido los resultados que él esperaba, que escogieran la comida sana en vez de la procesada. Esto no nos dice nada sobre la ética pero sí nos muestra una emoción innata a los componentes con aspecto desagradable y cómo esto produce el efecto contrario cuando el elemento parece más limpio.

Popular imagen de internet apelando al asco a la gelatina.

Daniel Kelly, el autor del libro: La naturaleza y el significado moral del disgusto, argumenta que el asco inicialmente evolucionó para protegernos de enfermedades contagiosas, una herramienta psicológica que nos ayuda a ordenar qué comer y qué no comer. Se puede argumentar que la cultura en la que crecemos puede afinar nuestra respuesta de disgusto, pero la gente realmente no necesita aprender a cómo estar disgustada. La reacción está especificada por la naturaleza, aunque no comienza hasta que tenemos alrededor de 3 o 4 años.

Anteriormente yo había catalogado el asco hacia la carne preparada en ciertas personas como asco-autoimpuesto, ahora no estoy muy seguro de si esa es la palabra correcta pero el concepto sigue siendo el mismo, esa negatividad es más un efecto de las creencias morales. Eso se presentó, por ejemplo, en un estudio donde los vegetarianos morales no tuvieron un aumento en la sensibilidad al disgusto de la carne en comparación con la población general. Los autores plantearon que las reacciones de repugnancia de algunos vegetarianos morales se trata más de un efecto de la toma de decisiones morales. Aunque por supuesto también hay espacio para las disparidades individuales. Tal vez algo traumático te sucedió cuando eras niño. Esa es una idiosincrasia personal.

Hay diferentes elementos que están vinculados psicológicamente (incluye el asco, la ira y el desprecio) y todos tienden a suceder cuando te sientes DISGUSTADO por algo. Es decir, la mayoría de nosotros nos sentimos mal por los eventos inmorales, nos enojan, nos disgustan, y podemos expresar esos sentimientos exclamando: "¡eso es asqueroso!", Como podríamos decir, "¡eso apesta!".

A lo que quiero apuntar es que quizá en algunas ocasiones estamos confundiendo las emociones, no es lo mismo mostrar carne cruda con sangre, que mostrar a un animal de granja lastimado. El primero nos producirá un disgusto alimentario y el segundo un disgusto más bien estético o incluso moral.

Así mismo, Daniel Kelly plantea que mostrar que la gente come alimentos extremadamente extravagantes en otras culturas podría ser de hecho una forma de familiarizarnos con algo para que no parezca tan extravagante. Como el caso del estudiante de medicina que tiene que tratar mucho con los cadáveres y terminara disminuyendo la repugnancia.

En materia de honestidad intelectual, si un gran porcentaje de la población considera que algunas prácticas sociales son repugnantes, como la investigación con células madre o la clonación, ¿es esa una buena razón para pensar que la práctica es inmoral? No debería. Una práctica por la que las personas están disgustadas puede o no puede ser inmoral, pero el hecho de que las personas estén disgustadas es totalmente irrelevante acerca de su ética. Con razón podrían acusarte de caer en una falacia de apelación a la emoción.

Y para terminar, dejo una conclusión de un ensayo a partir de algunas páginas del libro: The Moral Psychology of Disgust (2018). Concluyen que una cantidad considerable de evidencia científica sugiere que suscitar sentimientos de disgusto en una audiencia es poco probable que influya sustancialmente en sus creencias morales. Además, reafirma que cuando hay una conexión entre las creencias morales de uno y la reacción de disgusto de uno, la emoción es típicamente una consecuencia de la creencia de que uno tiene ya formado, no una causa. Por supuesto, el disgusto puede a veces influir en el juicio moral, tal vez a veces bastante sustancial. Es decir, el disgusto puede influir el pensamiento moral de uno cuando llama la atención sobre la información moralmente relevante, en cuyo caso la emoción no está haciendo el trabajo pesado.

Finalizan proponiendo un mejor enfoque, por ejemplo, basado en la ciencia del juicio moral, que puede ser informar a otros de los hechos relevantes, señalar inconsistencias en su razonamiento y dibujar analogías que fomenten el tratamiento de casos similares.

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