Lo perjudicial de la empatía


Es fácil entender por qué muchas personas consideran a la empatía (el acto de experimentar el mundo como pensarías que alguien más lo hace) como una fuerte influencia para el bien y el cambio moral; asimismo, por qué mucha gente cree que el único problema con la empatía es que muchas veces no tenemos la suficiente. Yo solía pensar así, pero ya no. La empatía tiene sus méritos, puede ser una gran fuente de placer en el arte, la ficción y en los deportes; también puede ser importante en las relaciones íntimas, y algunas veces puede motivarnos a hacer el bien. Pero en su totalidad, es una guía moral mediocre; fundamenta juicios pobres y con frecuencia motiva indiferencia y crueldad.

Esta es una posición radical, pero no tan radical, por lo que esto no es una de esas raras obras que defiende la psicopatía. El argumento contra la empatía no implica que debamos ser egoístas e inmorales; se trata de lo opuesto, es decir, si queremos ser buenas personas y solidarias y hacer del mundo un lugar mejor, entonces estamos mejor sin la empatía. Como dice Frans de Waal.

Desde una perspectiva darwiniana, la empatía resulta muy obvia. Aquellas criaturas que favorecen a los suyos se encuentran en una gran ventaja con respecto a aquellos que son imparciales. Nuestras decisiones y actos morales están moldeados profundamente por la influencia de la empatía. Pero los seres humanos no somos solamente “esclavos de nuestras pasiones”, también somos capaces de tomar decisiones conscientes y racionales"

Esas son algunas palabras de Paul Bloom (profesor de psicología en la Universidad de Yale) en las primeras páginas de su libro: Contra la empatía: Argumentos para una compasión racional.

El filósofo Peter Singer concuerda con el análisis de Bloom, él dice que la empatía refleja nuestros sesgos, lo que la vuelve susceptible de inclinarse hacia cierto tipo de personas como aquellas que son más similares a nosotros, aquellas que se encuentran más próximas o son percibidas como atractivas. Por último, necesita la presencia de un otro, real o imaginado, pues parece ser imposible empatizar con conceptos abstractos, como estadísticas, o con más de una o dos personas a la vez.

Tener empatía con alguien nos predispone mejor hacia esa persona. Es algo bueno, pero también tiene su lado oscuro. En sus discursos de campaña, Trump usó el trágico asesinato de una joven llamada Kate Steinle en manos de un inmigrante indocumentado para generar apoyo a sus políticas anti-inmigrantes. Por supuesto, nunca ofreció una descripción tan vívida de los casos (publicados) de inmigrantes indocumentados que salvaron las vidas de personas que no conocían.

Muchos los catalogarían (los del vídeo) como personas sin empatía, pero podría ser lo contrario: un exceso de empatía nacionalista.

Los animales con grandes ojos redondos, como las crías de foca, despiertan más empatía que los pollos y peces, a los que infligimos muchísimo más sufrimiento. La empatía por niños que (supuestamente) sufren daños derivados de las vacunas es una de las principales causas de cierta resistencia popular a inmunizar a los niños contra enfermedades peligrosas. Esto lleva a que haya cientos de niños que enferman (a veces fatalmente), más que los que realmente tendrían efectos adversos por la vacuna.

Si tu activismo es centrado en la empatía, alguien simplemente podría responderte que no la experimenta. No es indispensable si podemos ponernos en los zapatos del otro, importa es el sujeto que sufre, y la evidencia científica y empírica es clara al respecto.

Para terminar, un buen ejemplo de esté enfoque: el movimiento Altruismo Eficaz, se refiere a personas que dan una cantidad de su sueldo a organizaciones, fundaciones o causas que han demostrado ser eficaces. Se suele donar un 10% pero algunos dan el 50% y hay gente que busca trabajos donde ganar más dinero para poder ayudar más. Todos ellos no lo hacen por empatía sino por pura racionalidad.


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